Me ha llamado la atención desde que fui vocal de mesa el 19 de noviembre de 2017 hasta esta hora en lo que se han convertido las elecciones democráticas en Chile. Desde luego puedo dar fe del precario sistema electoral que tenemos. Desde las 8 de la mañana de ese día hasta las 12 de la noche estuve entrampada en un tremendo enredo de papeleos y conteos sin fin y sin ayuda. El famoso Servel deja mucho que desear.
El tramitoso desenlace de los votos los que había que firmar uno a uno y no solo estos sino cuanto papel y bolsa plástica existiera porque si o porque no, era exorbitante. Nunca en mi vida había realizado tantas firmas. Pienso que ningún tratado de la historia se ha basado en esta ridícula y exagerada opción.
Para peor como decía Ibsen las mayorías nunca tienen razón y hoy es una mayoría que gobierna a otra mayoría nos guste o no, la multitud es esclava de los partidos políticos, triunfa el vicio ante la virtud. El fin de la política de hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos es desplazada por el arte de disfrazar el interés general por el particular. Estamos en tiempos políticos donde no existen grandes objetivos que alcanzar. No puedo generalizar y decir que no hayan políticos rectos y con buen sentido, seguro que los habrán y a estos deberíamos preguntarles como gobiernan su propia casa. La corrupción rara vez comienza por el pueblo. Otra curiosidad es que votaron el 46 % de los chilenos con derecho a voto cuando el valor del estado no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen. Y por ultimo he quedado muy sorprendida del odio, el resentimiento y la intolerancia que habitan en las redes sociales, una verdadera guerra de cuchillos. Dejando de lado toda necesidad y un análisis mayor que esta lejos de mi interés solo comento esto porque soy una patriota y el amor a la patria comienza en la familia.
La avestruz y la Patria.
