domingo, 27 de agosto de 2017

Observaciones del mes " Salvar Bichos"

 Mi agradecimiento a mi invitada especial Amara Quintana por su columna  y dibujo.

                                                                                         


Salvar Bichos (Crónicas del Lago Calafquen)

¿Una migaja de chocolate en el velador? voy a apretarla con el dedo y se mueve… ¡es un bicho! Este se salvó de pura casualidad.


Hoy también salvé bichos nadando en el lago. Un bicho te puede resultar amenazante o detestable como la chaqueta amarilla, pero si lo ves pataleando en desesperación sientes empatía.


Primero fue una abeja, que no logró revivir del todo.
Realmente quería salvarla pero estaba petrificada. Pensé que quizás estaba haciendo la del bicho muerto pero tras depositarla en un palito a salvo y en tierra firme vi que no era pose ni estrategia, estaba más para allá que para acá.


Luego rescaté un saltamontes, estaba muchos metros adentro del lago de modo que tuve que nadar bastante con un solo brazo y así pude observar lo detenidamente. Lo encontré simpático, jovencito, inocente  y atarantado. Apenas se secó un poco saltó de nuevo al agua y tuve que sacarlo de nuevo. La segunda parte del rescate fue bien conversada; le expliqué que tenía que quedarse quieto y aguantarse el salto hasta llegar a la orilla.


Sentir que le salvé la vida a alguien me llena de propósito.
O quizás salvé al saltamontes de una muerte standard y ahora le espera una mucho peor, devorado vivo por otro bicho, por ejemplo.


Es desagradable nadar llena de vida y placer junto a alguien que agoniza, en estas circunstancias no hay cómo colaborar para una muerte rápida. Una vez lo intenté con una chaqueta amarilla hundiéndola para que se ahogara pero no resultó y terminé sacándola igual. ¿Qué vas a hacer, apretarla con el dedo?
La salvé sin gusto, con contradicciones, pero la salvé igual. Se lo ganó por irse a morir al lado mío.


Volví a nadar proponiéndome no notar nada, no ver nada, o ser francamente indolente para pasarlo bien un rato.


Mientras escribo esto la pieza está llena de moscas. Son moscas chicas, inquietas que se atraviesan por la cara, las manos, y otros lugares incómodos. Cargantes, hinchapelotas, odiadas, todas hijas del Señor, pero son harto más inteligentes y no se andan cayendo al agua.


Hace un par de días una babosa apareció en la cocina. Tuve paciencia para esperar que se subiera a una bandejita de cartón y así poder trasladarla al jardín, costó convencerla.
Su piel era manchada tipo animal print y su actitud temblorosa y tan inofensiva, ¿cómo no amarla? ¿cómo no emocionarse?


Amara